martes, marzo 03, 2009

La Guerra Espiritual - La Buena Batalla de la Fe - Parte 5

En Santiago 4:7 dice las siguientes palabras: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Reina Valera 1960).

Aquí término someteos es jupotasso que es principalmente un término militar, ordenar abajo (jupo, debajo; tasso, ordenar). Denota: ponerse en sujeción, sujetarse.

Al someternos estamos poniéndonos bajo las ordenes de Dios; nos sometemos a Su Palabra; es decir, la aceptamos como una realidad en nuestras vidas.

Cuando un General le da una orden a un soldado, este se para al frente y le dice: “Si mi General”; y luego va y hace lo que le dijo su General.

Si nuestro General nos ha dicho que tenemos autoridad, lo aceptamos como un hecho; si nuestro General ha dicho que somos sanos por la llagas de Jesús, lo somos, lo aceptamos como un hecho; si nuestro General dice que somos la victoria, ya es nuestra.

Este verso nos dice tres cosas

Lo primero es que debemos aceptar su Palabra como un hecho real para nosotros.

Lo segundo es resistir al diablo. ¿Cómo lo hacemos? Igual que Jesús, usando la Palabra de Dios.

Lo tercero es que al diablo no le quedará más remedio que huir de nosotros.

El huirá, escapará de nosotros, como una mosca al ver un matamoscas.

En Primera de Pedro 5:6-9 vemos algo similar: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (Reina Valera 1960).

Vemos aquí el mismo principio de Santiago, humillarnos ante la poderosa mano de Dios, someternos a Él y Su Palabra.

Si Dios ha dicho algo es así; debemos creerle, no dependiendo de nuestras propias fuerzas sino de las del Señor.

Debemos ser sobrios y velar; es decir mantenernos firmes en la Palabra; no ir a derecha ni ha izquierda.

Y debemos resistirlo con la Palabra de Dios y el nombre de Jesús.

Una cosa final en este verso es que no estamos solos, ni que recibimos “el gran ataque”, uno como nunca tuvo nadie; no es así, los mismos ataques que sufrimos los han sufrido otros hermanos; y si otros los han vencido nosotros también venceremos.

Entonces podemos ver que hay una batalla espiritual en la cual ya tenemos la victoria.

Como hemos visto, entramos en esta batalla espiritual con la victoria en las manos.

Efesios 6:12 dice: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne (oponentes físicos), sino contra principados, contra potestades, contra los poderes (gobernadores) de este mundo (presente) de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Biblia Expandida de Fe).

No son oponentes físicos contra los que luchamos son oponentes espirituales.

Otra característica de esta batalla es que es una batalla de fe, la cual vencemos creyendo en las promesas que ya nos han sido dadas en la Palabra de Dios.

En 1 Timoteo 1:18-19 dice: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos” (Reina Valera 1960).

La Nueva Versión Internacional lo dice de esta manera: “Timoteo, hijo mío, te doy este encargo porque tengo en cuenta las profecías que antes se hicieron acerca de ti. Deseo que, apoyado en ellas, pelees la buena batalla y mantengas la fe y una buena conciencia. Por no hacerle caso a su conciencia, algunos han naufragado en la fe.”

Y en el capítulo 6 verso 12 le vuelve a decir: “Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos” (Nueva Versión Internacional).

Hay una buena batalla que luchar, la batalla de la fe a la cual entramos con la victoria en la mano y vencemos creyendo las promesas que Dios nos dio en Su Palabra.

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